Esta noche estrena la miniserie "Cromo": verdad certificada
La nueva miniserie de los hermanos Lucía y Nicolás Puenzo es un thriller científico y contó con el asesoramiento de profesionales de la UBA. VOS habló con el biólogo Fernando Meijide, y aquí cuenta de qué se trató su trabajo.
Un científico comiendo un sándwich mientras realiza unas muestras en el laboratorio es algo que no veremos en televisión. Al menos no en el futuro cercano. La imagen había sido descripta así en el guion de Cromo, la nueva miniserie para la TV Pública creada por los hermanos Lucía y Nicolás Puenzo que comienza esta noche. Sin embargo, la escena nunca llegó a ser rodada por cuestiones de inverosimilitud. El encargado de sacarle tarjeta roja al sándwich fue Fernando Meijide, biólogo y profesor de la UBA, quien estuvo a cargo de asesorar al equipo de trabajo del programa en temas relacionados con el mundo de la ciencia. El resultado: reescritura de los libretos y el reemplazo de la comida por una micropipeta.
Ciencia y ficción, se estrena Cromo
Meijide nunca había participado del aspecto creativo de un programa de televisión. Lo suyo son los peces, los delantales y los microscopios, pero se convirtió en una parte fundamental del proceso de rodaje de este thriller ecológico protagonizado por Emilia Attias, Guillermo Pfening y Germán Palacios. Interesado en la divulgación, disfrutó de la faena para la que tuvo incluso que investigar bastante. “Resultó una tarea sumamente motivadora y positiva”, le cuenta a VOS.
–¿En qué consistió tu trabajo?
–A principios de año tuve una reunión con Lucía Puenzo y Sergio Bizzio, uno de los guionistas. Lo primero que hicieron fue contarme la estructura general que tenían pensada para la miniserie. Me dijeron que los tres protagonistas eran tres científicos del Conicet, egresados de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales que es en donde yo trabajo y hago docencia. Dos de ellos, los protagonistas masculinos, Guillermo Pfening y Germán Palacios, son un geólogo y un biólogo que en el primer capítulo aparecen realizando sus investigaciones en la Antártida cuando se enteran de la muerte de la tercera protagonista, Emilia Attias. Ella es una bióloga que, haciendo su investigación científica en los esteros del Iberá en Corrientes, descubre y se mete de lleno en una suerte de problemática de contaminación ambiental, con lo que pasa a ser un tipo de investigación más policial pero siempre con un basamento científico.
–¿Fue muy difícil compatibilizar realidad y ficción?
–Yo trabajo en temas relacionados con los efectos de contaminantes en ambientes acuáticos y podía aportar ideas al respecto. A partir de allí, el proceso fue muy divertido y fue fluyendo. Desde el primer momento, Lucía estuvo muy abierta a mis comentarios a la hora de tratar de destrabar alguna incompatibilidad que yo encontraba al leer el guion, o en relación a cuestiones que me parecía que desde el punto de vista científico no eran posibles, o no eran del todo correctas. De alguna forma le fuimos encontrando la vuelta, buscando en ciertos casos soluciones de compromiso entre lo que tiene que ser de rigurosidad científica pura y en lo que está planteado en el guion. Y aparte teniendo en cuenta que siendo una ficción hay algunos márgenes de licencia permitidos, que es algo que yo por mi formación científica me costó incorporar. Yo le decía a Lucía: ‘Esto no puede ser’, pero de a poco me fui relajando y buscamos soluciones intermedias para tratar de adaptar el guion cuando yo encontraba que alguna cosita no cerraba del todo.
–¿Por ejemplo?
–Cuando estaban filmando en mi laboratorio, el personaje de Malena Sánchez llega con una muestra para llevársela a la técnica que trabaja allí. Entonces ella la atiende, pero sale del área de trabajo con delantal comiendo un sándwich. Ellos la habían planteado así. En un sector de química analítica son muy estrictos con la higiene. Cuando yo vi eso le dije: ‘No, imposible’. Nosotros tenemos una norma de higiene y seguridad en la facultad que no te dejan manipular alimentos ni bebidas en los laboratorios de investigación. Hay un sector específico para almorzar. No se puede hacer en un sector de trabajo de mesada. Le dije que había que cambiarlo sí o sí, y en seguida la línea de diálogo paso de ser ‘Está almorzando, vení en un rato’ a ‘Está procesando unas muestras, vení en un rato’. Y en vez de aparecer con un sándwich salió con una micropipeta en la mano. Siempre pensaba en cómo me iban a saltar mis colegas cuando vieran algunas cosas y descubrieran el error, pero para el público en general eran cosas que seguramente van a pasar desapercibidas (se ríe).
–¿Cómo se asesora desde la Ecotoxicología acuática?
–El personaje de Attias es una ecóloga que estudia las poblaciones de carpinchos en la zona de los esteros y haciendo su trabajo de campo, empieza a descubrir ciertas cosas que la van guiando hacia una industria contaminante. Hay un doble componente en la problemática ambiental (que no contamos para no develar el argumento) pero que tiene que ver con actividades que están prohibidas. Cuando ella descubre ciertas cosas, se mete en una cruzada personal y da comienzo la trama policial.
–¿Tu trabajo consistió en asesorar también sobre contaminación?
–Yo siempre asesoré sobre todo, pero dentro de la ficción, ¿no? Porque, por ejemplo, tengo entendido que no hay curtiembres en Corrientes, hay en Santa Fe, pero no en Corrientes. Entonces se plantea una situación hipotética pero que es perfectamente verosímil y cercana a la realidad. También ayudé con algunas cosas que se referían a contenidos científicos en el ambiente antártico, por ejemplo, qué estaría investigando Germán Palacios que es biólogo, ahí en la Antártida. Ahí yo les tiré unas ideas que ellos incorporaron.
–¿Cómo estaba conformado el equipo?
–Además de mí, que me encargué de leer los libros, hubo otras personas de la facultad a las que yo contacté. Una vez que estaba delineado el personaje de Attias, por ejemplo, me enteré que en la facultad había una investigadora del Conicet muy parecida. Entonces la sumamos al trabajo. Ella nos explicó cómo son las planillas de trabajo de campo, nos dio cráneos y restos óseos de carpinchos para grabar algunas escenas. Todas cosas que enriquecieron al rodaje.
Todo sea por divulgar
Otras tareas de Meijide consistieron en mostrarle a Attias cómo manipular una micropipeta y cómo separar el suero, o cómo manejar un calibre cuando medía los cráneos de carpincho. También debía chequear el lenguaje empleado cuando se volcaba algún tipo de información científica, o cómo eran los diálogos con los protagonistas cuando se hablaban cosas técnicas, o preparar el contenido de una clase que da uno de los geólogos como parte de un curso que se da en la facultad. Detalles fundamentales que en algunos casos tienen que ver con “cómo se resuelve el conflicto planteado” en la historia, según dice.
“Desde el lado de la rigurosidad científica estricta, siempre uno se queda con algunas cositas que le gustaría que aparecieran de una forma más purista, pero en líneas generales creo que va a estar bueno y va a captar la atención de la audiencia”, completa el especialista.
–¿Cómo describirías la experiencia?
–Me pareció muy positiva esta posibilidad de que la ciencia sea protagonista en una miniserie de ficción y más cuando se trata de algo filmado con calidad cinematográfica y actores de renombre. Creo que la ficción puede servir como una forma complementaria de hacer este tipo de divulgación científica, ya que podes hacer llegar la temática a cierto público que no es propenso a ver un documental o leer una nota sobre ciencia en medios gráficos. Y tal vez alguien que se engancha con este tipo de programas puede descubrir qué hace un geólogo en la Antártida que estudia el retroceso de las masas de hielo o cómo la actividad de un científico puede contribuir a resolver cuestiones de problemática ambiental.
Para ver
Cromo, la nueva miniserie dirigida por Lucía Puenzo, su hermano Nicolás y Pablo Fendrik, se estrena este martes a las 22.30 por la pantalla de la Televisión Pública.
La historia, de 13 capítulos, se filmó en el glaciar Perito Moreno, la base Marambio en la Antártida, El Calafate y los esteros correntino, y fusiona elementos del discurso científico con un triángulo pasional. Una bella científica (Emilia Attías), que investigaba las actividades de una curtiembre en Corrientes es el disparador para que otros dos científicos, el esposo (Guillermo Pfenning) y su gran amigo (Germán Palacios) -que además era su amante-, viajen hasta el lugar para descubrir qué pasó, aún a riesgo de sus vidas. Se suman al elenco Alberto Ajaka, Moro Anghileri, Luis Machín, Daniel Veronese, Malena Sánchez, Valentina Bassi, María Ucedo y Esteban Bigliardi.
Fuente: vos.lavoz.com.ar
Un científico comiendo un sándwich mientras realiza unas muestras en el laboratorio es algo que no veremos en televisión. Al menos no en el futuro cercano. La imagen había sido descripta así en el guion de Cromo, la nueva miniserie para la TV Pública creada por los hermanos Lucía y Nicolás Puenzo que comienza esta noche. Sin embargo, la escena nunca llegó a ser rodada por cuestiones de inverosimilitud. El encargado de sacarle tarjeta roja al sándwich fue Fernando Meijide, biólogo y profesor de la UBA, quien estuvo a cargo de asesorar al equipo de trabajo del programa en temas relacionados con el mundo de la ciencia. El resultado: reescritura de los libretos y el reemplazo de la comida por una micropipeta.
Ciencia y ficción, se estrena Cromo
Meijide nunca había participado del aspecto creativo de un programa de televisión. Lo suyo son los peces, los delantales y los microscopios, pero se convirtió en una parte fundamental del proceso de rodaje de este thriller ecológico protagonizado por Emilia Attias, Guillermo Pfening y Germán Palacios. Interesado en la divulgación, disfrutó de la faena para la que tuvo incluso que investigar bastante. “Resultó una tarea sumamente motivadora y positiva”, le cuenta a VOS.
–¿En qué consistió tu trabajo?
–A principios de año tuve una reunión con Lucía Puenzo y Sergio Bizzio, uno de los guionistas. Lo primero que hicieron fue contarme la estructura general que tenían pensada para la miniserie. Me dijeron que los tres protagonistas eran tres científicos del Conicet, egresados de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales que es en donde yo trabajo y hago docencia. Dos de ellos, los protagonistas masculinos, Guillermo Pfening y Germán Palacios, son un geólogo y un biólogo que en el primer capítulo aparecen realizando sus investigaciones en la Antártida cuando se enteran de la muerte de la tercera protagonista, Emilia Attias. Ella es una bióloga que, haciendo su investigación científica en los esteros del Iberá en Corrientes, descubre y se mete de lleno en una suerte de problemática de contaminación ambiental, con lo que pasa a ser un tipo de investigación más policial pero siempre con un basamento científico.
–¿Fue muy difícil compatibilizar realidad y ficción?
–Yo trabajo en temas relacionados con los efectos de contaminantes en ambientes acuáticos y podía aportar ideas al respecto. A partir de allí, el proceso fue muy divertido y fue fluyendo. Desde el primer momento, Lucía estuvo muy abierta a mis comentarios a la hora de tratar de destrabar alguna incompatibilidad que yo encontraba al leer el guion, o en relación a cuestiones que me parecía que desde el punto de vista científico no eran posibles, o no eran del todo correctas. De alguna forma le fuimos encontrando la vuelta, buscando en ciertos casos soluciones de compromiso entre lo que tiene que ser de rigurosidad científica pura y en lo que está planteado en el guion. Y aparte teniendo en cuenta que siendo una ficción hay algunos márgenes de licencia permitidos, que es algo que yo por mi formación científica me costó incorporar. Yo le decía a Lucía: ‘Esto no puede ser’, pero de a poco me fui relajando y buscamos soluciones intermedias para tratar de adaptar el guion cuando yo encontraba que alguna cosita no cerraba del todo.
–¿Por ejemplo?
–Cuando estaban filmando en mi laboratorio, el personaje de Malena Sánchez llega con una muestra para llevársela a la técnica que trabaja allí. Entonces ella la atiende, pero sale del área de trabajo con delantal comiendo un sándwich. Ellos la habían planteado así. En un sector de química analítica son muy estrictos con la higiene. Cuando yo vi eso le dije: ‘No, imposible’. Nosotros tenemos una norma de higiene y seguridad en la facultad que no te dejan manipular alimentos ni bebidas en los laboratorios de investigación. Hay un sector específico para almorzar. No se puede hacer en un sector de trabajo de mesada. Le dije que había que cambiarlo sí o sí, y en seguida la línea de diálogo paso de ser ‘Está almorzando, vení en un rato’ a ‘Está procesando unas muestras, vení en un rato’. Y en vez de aparecer con un sándwich salió con una micropipeta en la mano. Siempre pensaba en cómo me iban a saltar mis colegas cuando vieran algunas cosas y descubrieran el error, pero para el público en general eran cosas que seguramente van a pasar desapercibidas (se ríe).
–¿Cómo se asesora desde la Ecotoxicología acuática?
–El personaje de Attias es una ecóloga que estudia las poblaciones de carpinchos en la zona de los esteros y haciendo su trabajo de campo, empieza a descubrir ciertas cosas que la van guiando hacia una industria contaminante. Hay un doble componente en la problemática ambiental (que no contamos para no develar el argumento) pero que tiene que ver con actividades que están prohibidas. Cuando ella descubre ciertas cosas, se mete en una cruzada personal y da comienzo la trama policial.
–¿Tu trabajo consistió en asesorar también sobre contaminación?
–Yo siempre asesoré sobre todo, pero dentro de la ficción, ¿no? Porque, por ejemplo, tengo entendido que no hay curtiembres en Corrientes, hay en Santa Fe, pero no en Corrientes. Entonces se plantea una situación hipotética pero que es perfectamente verosímil y cercana a la realidad. También ayudé con algunas cosas que se referían a contenidos científicos en el ambiente antártico, por ejemplo, qué estaría investigando Germán Palacios que es biólogo, ahí en la Antártida. Ahí yo les tiré unas ideas que ellos incorporaron.
–¿Cómo estaba conformado el equipo?
–Además de mí, que me encargué de leer los libros, hubo otras personas de la facultad a las que yo contacté. Una vez que estaba delineado el personaje de Attias, por ejemplo, me enteré que en la facultad había una investigadora del Conicet muy parecida. Entonces la sumamos al trabajo. Ella nos explicó cómo son las planillas de trabajo de campo, nos dio cráneos y restos óseos de carpinchos para grabar algunas escenas. Todas cosas que enriquecieron al rodaje.
Todo sea por divulgar
Otras tareas de Meijide consistieron en mostrarle a Attias cómo manipular una micropipeta y cómo separar el suero, o cómo manejar un calibre cuando medía los cráneos de carpincho. También debía chequear el lenguaje empleado cuando se volcaba algún tipo de información científica, o cómo eran los diálogos con los protagonistas cuando se hablaban cosas técnicas, o preparar el contenido de una clase que da uno de los geólogos como parte de un curso que se da en la facultad. Detalles fundamentales que en algunos casos tienen que ver con “cómo se resuelve el conflicto planteado” en la historia, según dice.
“Desde el lado de la rigurosidad científica estricta, siempre uno se queda con algunas cositas que le gustaría que aparecieran de una forma más purista, pero en líneas generales creo que va a estar bueno y va a captar la atención de la audiencia”, completa el especialista.
–¿Cómo describirías la experiencia?
–Me pareció muy positiva esta posibilidad de que la ciencia sea protagonista en una miniserie de ficción y más cuando se trata de algo filmado con calidad cinematográfica y actores de renombre. Creo que la ficción puede servir como una forma complementaria de hacer este tipo de divulgación científica, ya que podes hacer llegar la temática a cierto público que no es propenso a ver un documental o leer una nota sobre ciencia en medios gráficos. Y tal vez alguien que se engancha con este tipo de programas puede descubrir qué hace un geólogo en la Antártida que estudia el retroceso de las masas de hielo o cómo la actividad de un científico puede contribuir a resolver cuestiones de problemática ambiental.
Para ver
Cromo, la nueva miniserie dirigida por Lucía Puenzo, su hermano Nicolás y Pablo Fendrik, se estrena este martes a las 22.30 por la pantalla de la Televisión Pública.
La historia, de 13 capítulos, se filmó en el glaciar Perito Moreno, la base Marambio en la Antártida, El Calafate y los esteros correntino, y fusiona elementos del discurso científico con un triángulo pasional. Una bella científica (Emilia Attías), que investigaba las actividades de una curtiembre en Corrientes es el disparador para que otros dos científicos, el esposo (Guillermo Pfenning) y su gran amigo (Germán Palacios) -que además era su amante-, viajen hasta el lugar para descubrir qué pasó, aún a riesgo de sus vidas. Se suman al elenco Alberto Ajaka, Moro Anghileri, Luis Machín, Daniel Veronese, Malena Sánchez, Valentina Bassi, María Ucedo y Esteban Bigliardi.
Fuente: vos.lavoz.com.ar
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