Nota a Emilia Attias en revista DMAG

El tiempo no para. Ella tampoco. Entre el bar-restaurant que está por abrir con su marido, una película con el papel más fuerte de su carrera y sus incursiones cada vez más frecuentes en la moda y la música, la intensidad es -ante todo- la que marca su ritmo de vida.




Por: ViCTORIA FERREIRA       
Fotos: Pato Battellini
Producción y Arte: Nikinoto.com 
Estilismo: Manu Morales

Casi como en un anagrama de su nombre, Emilia está a mil. Se cambia el kimono y la bikini de femme fatale exótica y selvática por un outfit cómodo de pantalón estampado, remera, campera de cuero y zapatillas negras, se sienta en el sillón escandinavo con un té y contesta los mensajes que recibió durante la sesión de fotos. No hay tiempo para tipear así que elige la eficiencia del mensaje de voz. Sostiene el teléfono cerca de la boca para, rápidamente, dar indicaciones precisas, elegir prendas (“No, no es el oxford, es el boyfriend”) y explicar por qué no puede tomar ningún compromiso el día que le piden (“Está todo planificado hace mil quinientos años. La grilla de filmación me la dieron hace un mes y medio y no puedo modificar nada”). Cumplidas las obligaciones, sonríe y se pone a hablar, con un entusiasmo contagioso, sobre el emprendimiento gastronómico y cultural que comparte con “el Turco” Naim Sibara, su pareja desde hace 10 años.


¿Cómo es Poe?
Es una casona antigua de varios pisos que tiene diferentes climas en los distintos ambientes. Abajo vamos a tener desayunos y meriendas, tartas y sándwiches, muy buena pastelería, verduras frescas, opciones para gente que no consume nada animal, y productos de delicatessen para llevar o para comer ahí. Es rotisería y almacén para todos los gustos. En el sector de arriba, donde está el horno de barro, va a haber tapas, bruschettas, pastas y pizzas caseras para acompañar con buenos vinos. Yo soy una jodida terrible, tengo un paladar durísimo.

Estás muy involucrada.
Sí, y mi marido también. A los dos nos encanta cocinar e invitar amigos a casa y siempre estuvimos muy metidos en la gastronomía desde el lado del consumo, entendemos qué vino va con qué comida y cómo se combinan los ingredientes. Queremos trasladar ese clima y que el lugar sea un club cultural, un espacio relajado, real, lleno de inspiración y estímulos, para nada posado o pretencioso, en donde todos los días pase algo.

¿Cuánto hace que están armándolo?
Hace un año y medio. Mi marido estuvo más metido en lo que fue la etapa de la obra y yo me metí más en la decoración, el armado de la carta, la producción de los eventos y ciclos culturales de cine, arte y música, el packaging, el vestuario de los mozos, la web y la manera de comunicarnos en las redes sociales. Tenemos pensado abrir en octubre.

¿Cómo están llevando la experiencia de estar en un proyecto tan grande juntos?
Con libertad y confianza. Laburamos muy cómodos juntos. Somos los dos muy emprendedores y nos respetamos mutuamente, trabajamos, opinamos y nos comprometemos a la par. Yo reconozco que soy una cabezadura infernal, voy siempre por más y soy muy detallista. Él es re laburante y tiene muy buen gusto para todo.

También trabajaron juntos en el video de “Botón”, de La Armada Cósmica (la banda de Daland, el hijo de Juanse de los Ratones Paranoicos). Lo dirigió tu marido, vos hacés de una policía hot y se nota que se divirtieron mucho haciéndolo.
¡Nos matamos de risa! Daland es amigo nuestro y teníamos ganas de apoyarlo. Para mí, él es un genio, le va a ir súper bien, tiene estrella propia. Siempre le dije que contara conmigo porque me copa cómo es arriba del escenario y porque me divierte hacer cosas diferentes.



Tenés mucho contacto con el mundo de la música y estás despuntando el vicio con tus dj sets.
La música es un lenguaje muy orgánico para mí. Toda mi vida estuve pegada al equipo de música. Aprendí a mezclar y a tirar efectos y quiero seguir aprendiendo. Me acomodo a distintas circunstancias y lugares, depende qué tipo de ambiente haya: hago sets electrónicos bien arriba, sets más tranquilos, más comerciales, más frescos, súper setentosos y funkies, con blues, hip hop, pop, íconos del rock ochentoso, buceo en algo indie con rarezas... A lo único que le escapo bastante es a la música disco.    

El arte también te entusiasma.  
Sí. Soy muy fanática del street art. En la terraza de Poe hay dos murales gigantes. De un lado hay uno de Diego Roa que es imponente por la expresión fuerte de las caras y por los colores (el rojo, el azul, el durazno). A él lo habíamos visto en arteBA y después lo conocimos por amigos en común. De otro lado está el mural del Grupo Presente, de los hermanos Panichelli, otros grosos con muchísimo futuro. Los conocimos callejeando porque pintaron muchos murales impactantes en Florida (Vicente López). Vimos la firma, los buscamos por Facebook, los contactamos, nos juntamos a tomar mate, pegamos una onda increíble y diseñaron algo especial para nosotros. Hicieron un mural con un color entre azul y púrpura, con oraciones en sánscrito y un pibe en tamaño real en posición de meditación, con la luna crepuscular de ese horario tipo 7 de la tarde. Entre los dos murales hay una pantalla enorme y, en las noches de verano, ahí se van a proyectar películas.

El cine está muy presente en tu vida en este momento porque estás filmando “Contrasangre”, de Nacho Garassino, junto a Juan Palomino y Esteban Meloni.
Sí. En dos semanas terminamos el rodaje y está quedando mucho más intensa de lo que pensábamos. Es un policial con mucha influencia del cine psicológico. Mi personaje es una chica violada que mete preso al violador pero sigue yendo a la cárcel y se incorpora a una ONG para dar asistencia emocional y contención a los presos que no tienen visitas. Entra al mismo pabellón donde está el violador, lo ve, y está traumada, pero a la vez siente una atracción, tiene algo no resuelto. Conoce a otro preso por su rol de asistente, se enamoran, queda embarazada y eso es un golpe muy fuerte así que quiere tomar distancia de todo. Su inconsciente la lleva a no desapegarse de esa situación de ir a la cárcel y ver al violador, hay algo que le atrae de eso. Hay una necesidad de sobrevivir a ese hecho desde el goce, porque sino es duro enfrentar que lo que vivió fue sin placer, y a la vez hay un complejo porque haya sido con placer. Es una mezcla de las dos cosas, una guerra interna. Estuve estudiando mucho, y es eso lo que les pasa a las mujeres violadas cuando no pueden superar un hecho tan fuerte: el inconsciente dice “Vos te dejaste hacer eso. ¿Cómo no lo mataste? ¿Cómo no cerraste las piernas? ¿Cómo lo provocaste?”

Es el papel más fuerte en tu carrera hasta ahora.
Sí, y es lo que más me gusta: encarar roles que requieren mucho análisis, mucha apertura mental y emocional. El otro día lo analizaba con una terapeuta espiritual. El destino es todo lo que llamás en la vida y yo tengo una atracción fuerte e inconsciente por lo vertiginoso. Es mi energía astral. No lo digo desde el drama, sino al contrario: me aburro si algo no es intenso, si un trabajo es algo que ya hice o si no tiene una renovación.

Y te gusta la intensidad en la actividad física.
Sí. Estoy haciendo functional training, que es como crossfit, pero sin tanto peso y con más foco en la expresión del cuerpo. Está buenísimo. También corro mucho y ando en bicicleta. Necesito hacer ejercicio. Cuando tengo horarios más estables prefiero tomar clases de baile porque me hace bien al alma, a la cabeza y a cuerpo, pero igual siempre complemento con entrenamiento por las articulaciones, la agilidad y el estado físico.

Tu marido es fanático del surf.
Es surfista hace 30 años y se baja olas gigantes. Surfeó toda la costa del Pacífico (Chile, Perú, Ecuador, Costa Rica, California) y todo Brasil. Si fuera por él, iría 3-4 veces por año a estar en una choza de un pueblo de pescadores esperando que venga la ola y todo el día en el agua. Yo aprendí con él, hace 8 años que surfeo y me encanta, bajo olas de metro y medio, 2 metros. Lo acompaño y disfruto, pero también me gustan las vacaciones de inspiración, estímulo, ir a ciudades y ver cine, teatro, museos, gente, gastronomía. Él puede vivir un poco más solo con el hippismo y con la playa. A mí me copa, pero necesito lo otro también como actividad mental.

O sea que cuando pueden, viajan.
Somos dos locos. Ahora paramos un poco porque estamos con el proyecto del bar, pero antes nos íbamos a algún lado en cada rato libre que teníamos. Somos un horror: llegamos al aeropuerto con cinco tablas, el piano, la guitarra, los perros… no sé cómo vamos a hacer el día que tengamos hijos.


¿Ya tienen pensado cuándo?
No creo que en dos años, pero tampoco en diez. Algo en el medio. Estamos con Poe, con ganas de viajar y de hacer algo afuera. Somos los dos muy aventureros, y recorrer con niños sería más difícil, pero yo me imagino con mis monos colgando, yendo a recorrer Latinoamérica en motorhome con ellos. Soy muy relajada, no soy miedosa, y me imagino que el día que tenga hijos voy a ser súper presente. Mi casa son mis afectos: todo lo demás, me gusta moverlo. Aunque soy familiera, tengo necesidad de desplazarme.

(El resto de la nota se puede ver en la edición impresa de la DMAG #43)



Lee la segunda parte de la entrevista acá

Fuente: http://www.dmagazine.com.ar

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