“No tengo que ser la chica perfecta”

A los 27, la actriz de “Mis amigos de siempre” tiene su primer protagónico en cine en “Los secretos de Lucía”, que se estrena el jueves. Aquí habla de sus proyectos más allá de la tele, su pareja y la necesidad de no parecer siempre linda.



Cómo será vivir en ese cuerpo, pregunta una paisana que lustra los pisos del Distrito Audiovisual de la calle Dorrego. Estadísticamente, tres de cada tres hombres que pasan, miran a Emilia Attias como se mira a un cuadro en el Museo del Prado o a la Capilla Sixtina. El envase que la privilegia, a la vez la limita. “No tengo mi energía puesta en lo estético. No necesariamente tengo que ser la chica perfecta. El cine me permite un trabajo más profundo y sólido que lo que se ve en la tele. Cuando hago cine no estoy pensando en el pelo, los ojos o las ojeras”, dice. Ojos y ojeras protagonizan por primera vez una película, Los secretos de Lucía.

Filme de Becky Garello, con Carlos Belloso y Tomás Pozzi, el estreno del próximo jueves la tiene a Attias como una cantante y bailarina de flamenco que subirá a un colectivo fileteado para integrar una compañía artística itinerante. Su jefe y su compañero: un falso ventrílocuo y su falso muñeco. El paisaje: Chascomús. Entremedio, trampas, enigmas, formas de sobrevivir y un romance promocionado con “un muchacho de la altura de un enano”.


¿Luchás contra tu belleza? ¿Te pesa la etiqueta de “la linda de la televisión”?

Un poco sí, quiero demostrar que puedo contar roles más reales, no necesariamente tengo que ser la chica perfecta, linda, que no se me vean las pecas o las ojeras. No me interesa la perfección. Artísticamente disfruto más de volcar mi profundidad. Yo soy una mina muy profunda, pero en la tele te gana la espontaneidad, porque el ritmo no te permite tanto análisis. Son 15 escenas por día, una vorágine de entrega intuitiva en la que salen cosas puras.

¿Pensás entonces en la posibilidad de bajarte un tiempo prolongado de la televisión para fortalecerte?

No, yo creo que las dos cosas pueden convivir. Me gusta que no me exijan lo estético, pero en la tele no se puede, así que lo hago acá.

Vos, nacida en 1987, ¿qué idea tenías de la década del ‘60 en la que transcurre la película?

Por un lado se me viene la etapa más ‘Beatnik’ (generación Beat), revolución, Nueva York, el destape, lo naif de los cincuenta que no se terminaba de desinstalar. En los pueblos argentinos, en cambio, tengo por transmisión de mis papás, la transmisión de lo ingenuo, lo sano. Yo, una mina de ciudad, intenté pensar en la vida de un pueblo donde está el dedo acusador del otro y con eso trabajé, con el tema de volver a un pueblo donde el personaje era señalada como la puta. Lucía tiene la incomodidad de romper con eso, la vergüenza, ir a ganarse el honor. Ella esconde su vida, juega estrategias para salir del pozo en el que está, pero es luminosa y compasiva. El vínculo que surge con el personaje de Pozzi, un actor de baja estatura, es de compasión mutua. Llega un momento en que estamos sufriendo ambos tanto que terminamos siendo el uno para el otro la isla para no hundirse. No se cuenta un enamoramiento, sino un momento de soledad compartida. El en la vida real (Pozzi) es un tipo gigante que no tiene ningún tipo de complejo.

En ese polémico gurú enciclopédico llamado Wikipedia, Attias es actriz, cantante, bailarina, conductora y modelo argentina. Vale preguntar a ella (ex Rebelde Way, ex Bailando por un sueño, ex Casi ángeles) si se puede ser todo eso potentemente a la vez o querer abarcarlo todo es un síntoma peligroso. “Soy pisciana, un pececito que nada en todo, me decido y pruebo y hago lo que quiero, hago lo mejor que puedo con los elementos que tengo”.

Veintisiete años, más de diez en pantalla chica, setecientos mil seguidores en Twitter y varios frentes opuestos. De coequiper de Ricardo Arjona a Miguel Angel Cherutti. Fue la musa del guatemalteco en el videoclip Pingüinos en la cama y hasta intentó el rol de vedette durante una temporada junto a Cherutti en Mar del Plata. Ahora prueba un camino con menos bifurcaciones. “Ya no quiero abarcar tanto”, avisa.

Que si exageró con una exótica dieta, que si su compañero de elenco de Mis amigos de siempre Nicolás Cabré se le insinuó, la chica que había debutado en cine en 2005 con Matar a Videla (de Nicolás Capelli) viene de surfear varias versiones periodísticas. De todo sale airosa con sus silencios o sus sonrisas incómodas. Apenas dos años de estudio actoral con Norman Briski y se atreve a lo que venga: “Amo las clases de Norman y vuelvo siempre que puedo, pero voy como la zaparrastrosa de la esquina. Cuando estoy, leo, estudio mucho y le tengo respeto a lo que escucho”.

A un paso de las tres décadas, no piensa por el momento en la maternidad, sino en un proyecto gastronómico artístico en el que trabaja junto a su marido “El Turco” Naim: “Ser madre es algo que traigo tan fuerte en mí que no lo quiero tomar a la ligera, sino como algo intenso. No me pongo un límite de edad y no es algo inmediato. Ahora sería imposible, tengo muchas horas de grabación y un proyecto de restaurante artístico. La idea es que en una casa antigua un cliente pueda degustar comida orgánica mientras disfruta de shows y performances”, detalla.

Después de su tercera película, la chica que va esquivando de a cien miradas mientras anda por el mundo, se prepara para una opera prima de terror que filmaría en 2015. “Me gustó que me llamaran para un trabajo en el que lo bello no sea indispensable. Es como descansar un ratito”.


Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos

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